Uno a uno se contagiaron por lo que, incluso enfermos, debían cuidarse entre todos. Ahora están más juntos que nunca.
Irene, la madre, fue la primera en enfermar y luego el padre, José María. Ambos fueron los que sufrieron los síntomas más fuertes con dolores musculares y problemas respiratorios.
“Mi mujer enfermó unos días antes que yo, ella iba por delante. Yo iba viendo lo que a mí me iba pasar, entonces coincidía que siempre que ella estaba muy mal yo estaba un poquito mejor y al revés”, contó José María.
Como creyentes que son cada mañana y tarde oraban en familia. Eso les ayudó a relativizar la situación ya que vivieron con más «calma, serenidad, buen humor y paciencia», dice José María.
El momento más difícil fue cuando José María presentaba deficiencias en su respiración mientras Irene, también en medio de su enfermedad, hacía un esfuerzo doble por atender a los niños.
“Tienes un niño vomitando, afortunadamente el primero ya está saliendo de esto, pero está cayendo otro y yo tuve una sensación de descontrol, que se nos iba de las manos”, recordó el español.
Esta situación también les recordó el valor de la familia ya que otros seres queridos les dejaban comida en la puerta para que pudieran alimentarse.
Los abuelos, primos y tíos, dejaban las bolsas en el ascensor cuando la compra era pequeña. En los envíos más grandes, el hijo mayor era el encargado de subirla, explican.
Mientras tanto, en casa, los hijos mayores fueron de gran ayuda. Cuando ni José María ni Irene lograban levantarse, debían encargarse del resto de sus hermanos y establecer el orden en el hogar.
Ahora que están sanos siguen en aislamiento preventivo, sin embargo, gracias a lo que pasaron juntos, se sienten más unidos que nunca.
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